Azar

Cuadro de Andrew Wyeth, 'El mundo de Cristina'.

No dejan de sorprenderme los caprichos del azar, esa manera tan sutil y casi siempre misteriosa que tiene de tejer mi vida, nuestras vidas. De vez en cuando, me divierte acariciarlo, en un intento de acercarme a sus motivaciones para poder comprender, de una vez por todas, por qué es capaz de provocar que, todo aquello que sólo parecía un error, se transforme al final en un acierto; que cada paso que he dado, hoy sea realmente eso, un paso hacia adelante y no el tropiezo que al principio prometía.

Llevo días dándole vueltas a un año recién acabado, un año lleno de altibajos en casi todos los aspectos, un año de mi vida que transcurrió a dos velocidades; en definitiva, un año raro que comenzó espinoso, poco amable. Un año de encuentros y desencuentros, que, a pesar de movidito, a mí se me antojaba estático, incapaz de ver ni desear nada más allá del presente inmediato.

Y sin embargo, hay que ver las cosas que han cambiado; la de movimientos que se han producido en mi vida, y lo que queda aún por suceder...

No me reconozco en el pasado, no me sirve, es algo que ya no necesito; como un abrigo viejo que me viene pequeño. Y no es que reniegue del, pues sin duda, me ha aportado más de lo que puedo imaginar. Sólo es que tras el antes y el después de todo aquello, me encuentro felizmente sentada en el ahora; y este 'ahora', además de prometer, hace que mi mirada empiece a ampliarse hacia el futuro.

No enterraré aquél Carpe Diem que servía tan bien como pilar a mis miedos hacia determinados compromisos, pero sí voy a empezar a tomarme más en serio mis ideas de proyección, ahora que, gracias a aquello que un día llamaba 'maldito azar', la estabilidad llama a mi puerta, sin estruendos, a modo de caricia.