Con nuestras respiraciones chocando entre sí y nuestros alientos tibios mezclados, guardando la distancia más pequeña y mirándonos a los ojos hasta ver sólo nuestro reflejo deformado en las pupilas del otro. Las tuyas, las mías, obviando nuestros cuerpos desnudos y las sábanas revueltas. Contándonoslo todo con el lenguaje de la piel, con suspiros y besos, sin pausas ni paréntesis ni puntos suspensivos, las manos libres con sus dedos errantes explorando nuestros pechos con sus brújulas sin norte, ajenos a pudores y vergüenzas, la realidad en el suelo, las urgencias olvidadas, y nuestras piernas enredándose mediante nudos de marinos expertos. Pasar así las horas compartiendo escalofríos que las transformen en segundos amplificados por nuestros deseos, minimizados por la inconstancia del tiempo, tan objetivo, tan cabrón. Y que los latidos barran dudas y preguntas, los miedos dormidos, los reproches abrasados convertidos en cenizas. Y dárnoslo todo, y quedarnos sin aquello que guardábamos para mañana.
Así deberíamos permanecer, como si sólo hubiera una vez y lo supiéramos, conscientes de que hasta esas noches infinitas acaban cuando el amanecer se presenta llamándonos a filas para volver a las trincheras a sentir el frío helado que nos convierte cada día en estatuas de mármol a quienes con suerte, alguna vez, acaricie en su descanso una paloma.
¡¡¡ Pero qué bonito, Cristina!!! Lo he leído unas 5 veces y me parece un texto bellísimo, delicado, de lo más hermoso que, a mi parecer, has escrito en este Blog, y que conste que todo me gusta. Un auténtico placer.
ResponderEliminarAléxis.
Así, sí, así deberíamos permanecer, por no decir vivir. Y no de otra manera. Me ha gustado mucho. Transmites algo que no sabría definir pero que engancha. Te leo siempre aunque no te comente apenas,
ResponderEliminarMaca.
Llámame egocéntrica si quieres, pero cuando te leo, que es siempre siempre siempre, a veces pienso que lees mis notas privadas y que escribes para mí. Es la primera vez que te comento, pero como dice Maca, y acabo de escribir yo, te leo siempre.
ResponderEliminarMuchos cariños.
Azucena P.
Maravilloso Cristina.
ResponderEliminarY las estatuas se parecen tanto a nuestros sueños... ellas tan inmóviles, tan perfectas en su tosquedad, tan inservibles.
No amanezcamos este día.
Que más decirte que no te hayan dicho, decirte algo sería repertime.
ResponderEliminarAl leerlo, digo leerlo, parece que estaba viviéndo a la vez, ese dulce momento "ASI", como siempre introduces con tus palabras haces vivir las situaciones como propias.
Solo discrepo en una cosa con los comentarios.
Mi querido Alvaro ¿cómo puedes ver tosquedad en una estatua de semejanza tal como una venus que tiene vida propia, que le envuelve el movimiento aunque en realidad esté quieta, que te habla con su mirada de mármol, como si un hada estubiese en el interior, que te hace sentir que su corazón late haciendo latir el tuyo más intensamente al mirarla ...? ¿cómo llamar tosquedad a tanta perfección junta que el escultor dejó parte de su alma y la de su musa en el interior ...?
Un fuerte abrazo
Estatuas perdidas de un mundo que va descontrolado.
ResponderEliminarYa me gustaría pasar tal como dices el resto de mi vida.
Besos.
Formidable texto, Cristina. Felicidades.
ResponderEliminarAsí me gusta, así.
ResponderEliminarBesos.
Tienes una prosa fresca, hables de lo que hables. No conocía tu blog y anoche estuve leyéndote hasta bien entrada la madrugada. Buena pluma, bella mujer.
ResponderEliminarF.T.
Gracias por tus palabras, F.T. Espero no haberte causado ningún desvelo ;)
ResponderEliminarSencillamente genial, Cristina.
ResponderEliminarSencillamente gracias, Javier.
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