'En el mismo río entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos'
Heráclito de Éfeso
Algunos fenómenos de la percepción resultan muy extraños. Por ejemplo, vemos cómo van cambiando los demás y nos parece que nosotros nunca lo hacemos -una de las desventajas de vernos cada día-. Me sorprendo al ver cómo crecen los que hasta hace poco eran pequeños, o al comprobar cómo se eleva el olivo que está junto a mi ventana; hasta creo recordar vagamente cómo era mi gata hace dos años. Pero ¿era yo igual hace dos años? ¿Y hace dos meses? ¿Y unos días...?
En realidad no creo que haya cambiado mucho, no al menos sustancialmente. Sin embargo, un día ocurre algo; uno de esos 'algos' de los que está plagada la vida y que hacen que tomes conciencia de la realidad, y entonces te dices: ¡ Por supuesto que he cambiado, claro que sí !. Precisamente esta mañana me encontré con un 'algo'. La forma más dura de tener que reconocer que ya no somos como éramos es cuando nos encontramos con alguien querido a quien hace mucho tiempo que no vemos. La sensación del reencuentro es agridulce. Por un lado (el del pasado), resulta alegre; por otro (el del presente), más bien triste. Y es que a veces, un amigo, un cómplice del pasado, nos parece un total desconocido. Abrazamos durante unos segundos esa relación pretérita, pero poco después las sonrisas se congelan al comprobar que todo se ha esfumado y que las caricias del pasado se las llevó una ventisca. En ese instante se nos encoge el corazón por el cómplice olvidado, y también por nuestro 'yo perdido', por lo que fuimos en un tiempo y en un lugar pasados, por aquello que ya jamás podremos revivir por mucho que lo deseemos.
Ahora no somos mejores ni peores, ni más maduros ni más sabios, ni siquiera más guapos. Somos diferentes, y en parte lo somos porque el resto del mundo también se ha transformado.
Días sin conexión a internet y encontrarme con que hay aquí varias entradas que no he leido. Me pongo a ello, pero antes te comento esta y te pido que no cambies. Que me hagas caso, ya es otra cosa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Aléxis.
Yo estoy más calvo y tú cada día más guapa. La desventaja para nosotros es no verte cada día, que nos tienes olvidados. Te echamos de menos en Compostela, y es que nuestra relación no es pretérita, sigue viva. Pero ven a vernos, muller,
ResponderEliminarBicos,
Toño.
Sí, pero la vida fluye aquí, un beso.
ResponderEliminarTendemos a pensar que fluye el resto del mundo, como un río y que nosotros estamos en la orilla viendo cómo pasa el agua, pero no olvidemos que estamos también siendo arrastrados por la corriente. Muy buena entrada, Cristina.
ResponderEliminarUn beso
Maca.
A mí me gustas hasta como serás.
ResponderEliminarBesos.
Fluir y reconocernos a pesar del cambio, eso sería lo suyo, ¿no?. Bueno, y si además nos queremos y gustamos un poquito más, mejor ;)
ResponderEliminarBesos y gracias.