Pienso, aunque es sólo una idea infundada, que la piel pide a gritos lo que la boca calla, lo que nuestras cabezas precavidas y cobardes censuran. Cuerpo y mente se complementan en un mecanismo compensatorio, en esa búsqueda de equilibrio deseado.
Hay quien dice que no las sufre, o que las ha superado. Imagino a esas personas como estatuas de mármol a las que les sobran ciertos juegos banales, como dedos deslizándose sobre sus costados o las plantas de sus pies. Me desconciertan, y estoy convencida de que desearían que alguien les arrancara uno de esos escalofríos para poder experimentar un sobresalto liberador al menos una sola vez.
Otros, sin embargo, delimitan ciertas zonas de su cuerpo de diferentes maneras; puede ser señalando puntos débiles, lugares donde nunca les han tocado, zonas con hambre de caricias anhelando manos que cartografíen el terreno. Son capaces de controlar las respuestas, los momentos y las formas; fisiología inteligente, manejo de la intimidad y las distancias, como los grandes maestros del autocontrol, ocultos bajo un montón de convenciones, madureces y poses de adultos sin tiempo para algo tan simple como es tocarse, rozarse, sentirse...
Después están -estamos- los que han perdido la batalla frente a su propio cuerpo, dotados de una piel hipersensible que es como un campo de minas imposible de atravesar sin rozar un solo punto que le haga explotar, estallar en tembloroso júbilo. Es una manera de gozar y sufrir al mismo tiempo, de resistirse y entregarse por completo, aún sin desearlo, a pesar de lo que dicte la cabeza, o precisamente por eso, para contrarrestarla. Una manera de recopilar cercanía, contacto, intimidad y confianza en otro, ese 'otro' necesario para dar y recibir, para dejar que nos asombre y nos tome la epidermis al asalto.
Me gustan esas sorpresas tan fundamentales que suponen no poder predecir lo que sucederá, que las neuronas no se anticipen y que el cerebelo no empiece a hacer un cálculo rápido de daños que ponga fin al juego. Me gusta lo imprevisible y las ventajas de las cosas que jamás esperamos, sentirme invadida, perder la voluntad y la fuerza mientras las carcajadas lo inundan todo y llenan el hueco vacío entre ambos cuerpos, traspasar fronteras, esas que separan el placer del dolor, las lágrimas de las risas, el control del abandono. Brotan entonces desde la garganta y desde mucho más adentro las risas perdidas en la niñez, los gorjeos de los infantes y las protestas y súplicas sin intención de ser tenidas en cuenta. Se vuelve a lo básico, a las cosquillas y los placeres sensoriales, y ese es el momento justo en el que hay que detenerse para contagiarse risas, pandemias de convulsiones que se propaguen de uno a otro hasta conseguir la conversión de papeles; que el boomerang dé la vuelta, regrese de donde salió y encontremos que ambos, en cuerpo y mente, nos hemos convertido en críos felices e inocentes. Felices como sólo se puede ser con algo tan simple como es sentir el contacto del otro con su cuerpo pegado al nuestro para intentar hacernos reír.
ME GUSTA ESTE REGRESO TAN COSQUILLEANTE.
ResponderEliminarjejeje
Un super abrazo
Por cierto chicos y chicas que ya tenemos relato corto a la venta preguntadleee
La piel tiene vida propia.
ResponderEliminarY no hace caso de la cabeza.
Y me gusta que sea así.
Besos.
Me gustas, escribas sobre lo que escribas.
ResponderEliminarYo también he perdido la batalla contra ti, aún sin conocerte, sólo al leerte. Y tengo cosquillas. Interesante post, Cristina.
Abrazos,
Miguel.
Comparto la opinión de Toro Salvaje, que la piel se exprese y la razón calle.
ResponderEliminarIntuyo que estás ya recuperada después de la intervención y me alegro mucho.
Abrazos,
Maca.
Bastante recuperada, Maca, aún 'grapada', por pocas horas, espero.
ResponderEliminarGracias a todos por vuestros comentarios (Miguel, bienvenido;))
Que importante es el contacto humano... su expresión y lenguaje. Reir con las cosquillas, maravilloso.
ResponderEliminarPor comenarios anteriores he de suponer que te encuentras en plena recuperación... Si es así te mando un soplo de maravillosa energia y el deseo de que pronto te sientas al 100 %.
Besos almendrados y mucha fuerza ;)
Tey, me alegra verte por aquí. Recuperada casi por completo, feliz.
ResponderEliminarUn beso fuerte y gracias.
Una risa sincera que brota del corazón es la eterna juventud del alma, muy bonita entrada, abrazo.
ResponderEliminarLa risa y el tacto, dos de las mejores cosas que existen. Y qué delicia poder combinarlas. Gracias por escribir este texto que acaricia el ánimo. Un abrazo grande.
ResponderEliminarGracias a vosotros, Amapola, Javier, por entrar y decir.
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