Pasean descalzos cogidos de la mano. Ella lleva un pantaloncito corto de vichy con camiseta blanca; él, bañador beige y el torso al aire, muy moreno. Recorren varias veces la playa de punta a punta, sin soltarse. A veces se paran y extienden su mirada sobre el mar como buscando algo. Él acaricia su melena y sus mejillas; ella sonríe coqueta y besa sus labios. Siguen caminando hasta que deciden meterse en el agua; allí juegan, se salpican, se regalan más besos y se susurran cosas al oído. Después él sale y coge la toalla mientras ella avanza hacia la orilla; la seca con cuidado, como si fuera de cristal, y se sientan en la arena. Ella cepilla su melena plateada mientras él saca de un tupper trocitos de melocotón que acerca a su boca; no dejan de sonreir, no dejan de mirarse.
Yo también sonrío; no sé cuánto rato llevo aquí mirándolos, adivinando sus palabras, queriendo envejecer así...
¿Quién no ha visto una estampa como esta...? Magnífico retrato, Cristina, magnífico tu Blog.
ResponderEliminarAbrazos.
Quieres envejecer así. Yo desearía hacerlo leyéndote y mirándote a los ojos, atravesando si hace falta el mar.
ResponderEliminarYa que envejecer es algo inevitable, que sea parecido a esto.
ResponderEliminarGracias a l@s dos :-))