Actúa siempre de la misma forma; espera a que anochezca y, cuando me vence el sueño, se mete en mi cama, intentando seducirme, al principio con timidez. Me susurra al oído, me cuenta historias, acaricia mi ego y hace de mi descanso agitación. Cuando consigue desvelarme, desaparece.
Parece excitante, pero las ojeras que arrastro suplican que no la escuche, aunque sé que nunca podré resistirme a una idea que me invita a levantarme.
Genial! te levantas a escribir?
ResponderEliminarGracias, Claudia. Me levanto a veces, aunque no siempre consigo escribir. Feliz Navidad, amiga.
ResponderEliminarTal como lo cuentas puede ser la inspiración o una gatita...Aprovecha en cualquier caso. Yo necesito dos o tres despertadores rugiendo a tope.
ResponderEliminarUn abrazo.