miércoles, 14 de septiembre de 2011

Docilidad contenida









Empezaste aceptando aquel regalo, ¿recuerdas? Tenía olor a vainilla, demasiado dulzón, sobre todo para ti, que preferías aromas más frescos. Podías haberlo cambiado, te lo dijo en el momento en el que te lo dio, pero no fuiste capaz. Quizá fue en ese gesto inocente cuando empezaste a desaparecer, a transformarte en el producto que eres hoy. No puedes culpar a nadie, deberías saberlo, así que, no te lamentes ni pienses que es una pena que la vida no sea en blanco y negro, que esté llena de matices que quiebran tu cabeza. Sí, ya sé que para ti sería más fácil vivir en un extremo, ¿verdad? Elegiste ser la pieza de un engranaje social mayor, la madre perfecta, la esposa soñada, la mujer adorable que siempre asiente, a la que todo le parece bien, aunque apeste a vainilla. Eres, en el fondo, aquello que siempre deseaste, así que, ahora no me vengas con historias. Mujer entrenada por ti misma para satisfacer a tu pareja, eficiente, de esas que no acumulan botones, porque los cosen al momento.
Siempre gustabas a todo el mundo, pero a mí me creabas una gran desconfianza. Me preguntaba qué habría debajo de tanta perfección, de aquella entrega incondicional al verbo agradar. Nunca me gustaron los volcanes dormidos. Nunca me gustaron las mujeres perfectas. Nunca me gustaron las mujeres cuya vida está alineada de cara a la galería, mostrando su docilidad en un escaparate, esperando la aprobación de quienes las contemplan. Nunca me gustaste tú.
No estaba tan equivocada; ahora que tu lava te rebasa, compruebo, aterrorizada, todo lo que eres capaz de destruir.

11 comentarios:

  1. Buen retrato psicológico, Cris: certero, como siempre, de las trampas que nos colocamos los humanos, aún a costa de la felicidad ajena.
    Besos mil,
    Juan

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  2. Abunda ese retrato de mujer insatisfecha, cierto. Y da miedo saber hasta dónde puede llegar ese volcan si se despierta, así es. Buen texto, Cristina.
    Maca.

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  3. Todo lo que se esconde acaba por aparecer... y puede ser terrible que lo haga de golpe.

    Tan dinamica en el texto como siempre... te quedas corta, me sabe a poco.

    Saludos ;)

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  4. Con que elegancia describes a la mujer que necesita el beneplácito de su entorno sin ser lo que quiere aparentar, contiene enfados, desprecios, mal estar que con el tiempo los convierte en ira, odio, dolor y amargura culpando al entorno que antes veneraba.
    Como si de un cesto de fruta fresca se tratase que si no se remueve de vez en cuando bajo aparecen piezas podridas que acaban pudriendo todas.
    Maravilloso,
    un abrazo,
    Africa

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  5. Comparto con África lo de la elegancia, Cristina. Una vez más, has hilado fino. A mí también me ha sabido a poco y te pediría que no nos tengas abandonados durante tantos días. Un abrazo.
    Alexis.

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  6. Miedito me da ese tipo de 'femme'; bueno, al hombre ya le tocará también su retrato, eh.
    Gracias y besos.
    Eduardo, un cambio de look virtual ya yocaba ;)

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  7. Muy bueno.

    Como ya sabes: "El volcán entró en erupción" como digo en mi blog de Las manos de Juan Perón, y para ser sincero, pienso que lo único que va a destruir es a los hipócritas del sistema, por lo que la lava me provoca gran felicidad.


    Un gusto leerte.

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  8. generalmente las gentes cubren su rostro con una máscara, creo que es por miedo al que diran, pero ese interior que ocultan se pudre por dentro lentamente, esa escencia que nos hace distintos; esa clase de mujeres pasan solo a ser un cadaver viviente! Cris, eres genial! soy un fan Chileno de ti! :)

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  9. Gracias , Jorge ! Un abrazo desde Madrid.

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