lunes, 5 de diciembre de 2011

Armadura


Nunca llora, pues sabe que la sal oxidaría su coraza. Cuando las compuertas de la desesperación quieren abrirse, intenta disuadirlas apretando los dientes.
Siempre hay fantasmas cobardes que duermen muy despiertos a su lado, arropándolo con un sentimiento de culpa que olvidará cuando despierte con ese dolor ya habitual en su mandíbula.

5 comentarios:

  1. Tremenda descripción poético-literaria de ese estado que nos invade cuando la censura duerme. Te felicito, Cristina.
    Ana Correa.

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  2. Me sucedía casi cada noche, aunque yo no me enteraba. Mi madre sí, y el dentista, que se frotaba las manos, también. Me gusta este blog. Felicidades.
    Pascual.

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  3. Al menos en los sueños, deberíamos poder relajar esa censura.


    un beso.

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  4. Mostrar es compartir, liberar... las tristezas y alegrias no deben quedarse en el pozo del " yo mismo", solas tienden a descomponerse e infectar un mundo propio creado para ser puro.

    Reflexiones calculadas en palabras, me gusta como escribes...

    Saludos almendrados ;)

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