sábado, 5 de junio de 2010

Liquidación de gananciales



Empezamos el reparto en la cocina; vajilla para él, cubiertos para mí. Entre nevera y lavadora elegí nevera, él siempre comía fuera y mi ropa solía llevarla al tinte. Ya en el salón, las sillas, que eran pares, a medias, y un sofá para cada uno. Se quedó las películas americanas y yo las europeas; puso mala cara cuando me pedí a Borges, pero se conformó cuando le cedí la vitrina con los fósiles. La cama, a medias, para mí el lado derecho; fui lista, estaba más cerca del baño. Con los amigos no hubo problema: hicimos dos listas y las echamos a suerte. Nos tumbamos en la cama, cada uno en su lado. Me miró; aquello era difícil. Le respondí enseguida: -Vale, pero lo haces tú; yo me encargo de enterrarlo.
Él, ajeno a todo, dormía en la caseta.

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