martes, 3 de agosto de 2010

Desorden





Hay días que son un caos, días raros, y me fastidia haber aprendido a detectarlos. Hoy hace calor pero yo tengo frío. No es ni mediodía y sin embargo necesito sentarme y comer ya, apurarlo todo, gastarlo, que llegue la noche y me devuelva un poco de normalidad.


Quiero hacer cosas pero hoy ni el deseo consigue ponerse de acuerdo con mi cuerpo, y cojo un libro y ni lo abro, me pongo a hacer la cama y la dejo a medias, hago café y ahí se queda, vamos, que me apetece incluso ir a la piscina pero como mucho me acerco al cajón de mis biquinis y los miro con pereza. Hoy no hago, no voy, no leo, no bebo café. Querer, poder y no hacer nada; sólo sentir frío mientras el mundo se achicharra y desear que sea de noche a la una de la tarde.

Decido salir a no sé dónde, cojo el coche y me hago tres veces la misma rotonda, y entonces siento que estoy en un extraño laberinto y busco el hilo de Ariadna, pero el sol me impide verlo, ¡mierda! El de atrás me mete caña a golpe de claxon y mi dedo corazón salta como un resorte a través de la ventana.

Vuelvo a casa, aparco y me siento mejor. Quizá sólo necesitaba levantar el dedo para ver el hilo y salir del laberinto. Total, que creo que haré, iré, leeré y me tomaré el café.

Aunque no lo haga.

3 comentarios:

  1. Y contundente, qué mujer está usted hecha.

    Reciba usted mis sinceros parabienes.
    Buenos días,

    Mario

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  2. Buenos días, don Mario, le doy la bienvenida de forma contundente, como usted merece.
    Reciba un cordial aunque desordenado slauod, que hoy, a pesar de estar hecha una mujer, también estoy hecha un lío.

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