Las ramas se mueven acunadas por un viento cálido y perezoso, mientras el ambiente pesa más de lo habitual. A lo lejos se oyen los pasos de alguien que está a punto de llegar, sordos, amortiguados. Callaron los pájaros y el susurro de los árboles se esconde bajo tu piel quemada, transmitiendo un asfixiante mensaje que se clava en tu nuca, deslizándose por tu espina dorsal hasta convertirse en un escalofrío que acelera tu respiración.
Se adormecen los sentidos, narcotizados por la tensa atmósfera que se ha instalado en la casa, en tu cuerpo, en tu mente. No hay aliento y te dejas acunar por un mudo compás, esperando en esta tarde que todavía sigue viva, toda expectación.
Oscurece y vencerán por fin las nubes. Quieres que ocurra , sentir el estallido de una vez. Vuelves a escuchar el rumor menos lejano, ahora continuo, acechando, imponiendo sus reglas, entrando por la puerta y arrastrándote con él. Así comienza, de manera rotunda y decidida, instalándose a tu lado. Primero pausado y sigiloso, desmedido y violento después, sin reparos.
No puedes luchar contra la naturaleza, así que caes sobre la cama y disfrutas del placer de los relámpagos que escupen las tormentas de verano.
Mientras las tormentas sean externas y no interiores, todo va bien...
ResponderEliminarBella estampa, Cristina.
Saluditos veraniegos.
Maca.
Pasos de alguien que está a punto de llegar, pasos de esa tormenta que adquiere vida propia. Me gusta.
ResponderEliminarSaludos.
Ángeles.
¿Y ese olor que al despuntar la galerna en tierra te asalta de repente y te transporta a otros mundos, a otros sueños?
ResponderEliminarBello, como siempre, tu pensamiento...
Cris, Cris, Cris-tina!
Beso.
Me gustan esas tormentas, besos¡¡
ResponderEliminarUna buena tormenta y volvemos a la época de las cavernas.
ResponderEliminarEl mismo miedo.
Besos.
Siempre me han gustado las tormentas, aunque la línea que separa el miedo de la fascinación sea tan fina. Cuando se presenta una buena tormenta, que se quite la mejor película de terror ;)
ResponderEliminarBesos (y gracias).